¡Gracias Amigos!

Querida parroquia,

Hoy quiero compartir con vosotros una noticia que llevo guardada en el alma desde hace unas semanas y que finalmente es pública. Nuestro obispo, don Ginés, ha querido confiarme una nueva etapa en mi ministerio. Con el corazón lleno de sentimientos, os anuncio que, a partir de septiembre, comenzaré mi ministerio pastoral en la parroquia Santiago Apóstol de Villaviciosa de Odón.

Lo primero que quiero decir es: ¡Gracias, Señor! A Ti, que me creaste, amaste y llamaste; que me sostienes con tu gracia y me has regalado una etapa tan hermosa que jamás olvidaré. En tu bondad infinita, has grabado para siempre en mi historia el nombre de este pueblo y la vida de cada uno de vosotros. Tú siempre has sido bueno conmigo, Señor, mostrándome el amor más grande: ese amor que lleva a entregar la vida por los amigos (Cf. Jn 15,13).

Lo segundo que os querría decir es: ¡Gracias Amigos! Durante estos siete años, solo he pretendido amaros entregando mi vida: en el altar, en la calle, en lo cotidiano. Gracias por vuestro cariño, por confiarme lo más valioso: vuestras lágrimas –que tantas veces me han roto–, vuestras sonrisas –que me han animado a seguir adelante–, y vuestras vidas, que son el tesoro que guarda mi corazón. Gracias por buscar en mí «al siervo de vuestra alegría» (2 Co 1,24). En esta parroquia he aprendido como nunca lo que significa la amistad verdadera en Cristo, y hoy comprendo con el corazón lo que san Claudio, a quien he dedicado parte de mis estudios, expresó al Señor en su ofrenda:

«Pero mis amigos me aman, yo los amo; tú lo ves, Señor, y yo lo siento. ¡Dios mío! ¡Solo bueno, solo amable! ¿Debo sacrificártelos, ya que me quieres enteramente para Ti? Haré este sacrificio, que me cuesta más que cualquier otro. […] Acepta Señor este sacrificio tan duro. Pero a cambio, mi divino Salvador, sé tú su amigo. Ya que quieres ocupar su lugar en mí, ocupa mi lugar en ellos; cada día te los recordaré en mis oraciones, y lo que les debes por haberme prometido ocupar mi lugar con ellos. […] Sé, pues, su amigo, Jesús, el único y verdadero».

Este sacrificio que describió san Claudio con lágrimas, hoy lo abrazo con confianza. Sus palabras forman parte ya de mi biografía espiritual. Al confiaros a Él con cada uno de vuestros nombres, comprendo que san Claudio no sólo escribió un texto, sino el manual del corazón de un pastor que late y se rompe al dejar lo amado por amor al Amado.

Os pido un favor: no dejéis de llevarme en vuestro corazón y oración. Rezad por mí, por mi nuevo destino, por la comunidad que me espera. Vosotros conocéis bien mis fragilidades y sabéis lo que más necesito: alegría y confianza para abrazar la voluntad de Dios en todo lo que venga.

Aún nos quedan semanas juntos, y deseo vivirlas con intensidad. Más adelante celebraremos una Eucaristía de despedida, en la que podré abrazaros y daros las gracias personalmente por tanto bien recibido. Como dice el lema de nuestro Santo Padre: «En aquel que es Uno, seamos uno». Si algo he querido ser entre vosotros, es servidor de esa unidad. No deseo otra cosa para esta preciosa parroquia.

Querida familia: con vosotros he sido profundamente feliz. Os llevaré siempre aquí –en este corazón que hoy late entre gratitud y temblor–. Me voy, pero no me marcho del todo: mi corazón se queda en el lugar y con las personas que ha amado.

¡Gracias! Hasta pronto, en el abrazo de Aquel que ha unido nuestras historias.

Padre Álvaro Piñero.